Thamara López | Escritora

Si quieres tener paz, prepárate para la guerra

En ocasiones en una armonía aparente, hay mucha guerra subyacente. Esta frase de un militar romano «si quieres tener paz, prepárate para la guerra«, no es una invitación a la confrontación, al contrario, es tener claro el camino y saber que esperar.

Si quieres tener paz, prepárate la guerra, se refiere en el entorno relacional y de la vida misma, a la guerra que representan las conversaciones difíciles, los límites energéticos, y los espacios sanos que debemos defender.

Se refiere a los aspectos no negociables que hay que poner sobre la mesa con las personas que forman parte importante de nuestras vidas.

Hay calmas muy costosas en aras de mantener la armonía, en ocasiones hay un profundo sufrimiento y mucha implosión enfermiza.

De esa ira contenida intentando procurar la paz, brotan las enfermedades incluso mortales. Esas personas que viven aguantando, callando y silenciando lo que sienten para no incomodar o contrariar a otros, pagan en sus propios cuerpos las consecuencias. 

A veces también lo pagan en sus propias mentes, y eso es lo más difícil de recuperar, la salud y la paz mental.

Hay una línea muy delgada entre el ejercicio de la prudencia y el ejercicio vital de establecer límites. Los límites relacionales y especialmente los límites energéticos son vitales.

La armonía debe ser un intercambio de voluntades en un entorno saludable, como un medio de mantener la paz y el acuerdo entre los seres humanos, con sus días buenos y con sus días malos.

No un sacrificio unilateral, una sola persona cediendo, dando, tolerando, callando y sufriendo, con un vampiro energético al lado, eso no se llama prudencia, eso se llama estupidez.

Y no me refiero al 50/50 del que tanto se habla, porque en la vida relacional no se despeja igual la “X” que en las matemáticas. Habrá un día en el que por ejemplo, en mi relación con mi hija, yo ponga el 80% y ella el 20%.

Es realmente la excepción, generalmente hay un balance, y si no lo hay, es ella la que impone y en quien impera casi siempre la serenidad y la calma para sostener una relación que nos hace tanto bien a las dos. 

En este ejemplo, el amor está por encima de todo, y el deseo de no lastimarnos está siempre ahí presente. Pero en otras relaciones las cosas no son tan sencillas, y es allí, donde generalmente, hay una persona que se sacrifica permanente.   

De ese agotamiento hay mucho cáncer como secuela, en sentido figurado, y muy lamentablemente en sentido literal. Lo veo a diario en los comentarios que me dejan en mis publicaciones sobre este tema.

Lo he visto infinitas veces en las sesiones de coaching de sanación que doy, veo a personas nobles y bonitas que me dicen “Thamara, no puedo hablarle así a mi mamá”.

Y por no “poder” ponerle un freno a una madre llena de juicios o de negatividad, esas personas permanecen en entornos enfermizos. 

En estas situaciones nadie gana, ni siquiera el insoportable que tiene la suerte inmerecida de tener quien se lo aguante, con sus arrebatos y su nula inteligencia emocional.

Y mucho menos los que padecen silentes en un ejercicio torpe de tolerancia extrema y nociva, que los socava día a día. 

Lo que siempre les digo, esos que van por la vida con su “Yo soy así”, yo a esa gente la mando al carajo sin contemplaciones, les he perdido la tolerancia y especialmente la Fe.

Si ellos mismos presumen de su incapacidad de cambiar ¿por qué habría yo de creer entonces que sí lo harán?

No tolero ni a los “yo soy así”, ni a los “yo te amo a mi manera”, si no me siento amada y valorada, y si » tu manera» no me sirve, no hay forma que yo me quede allí. 

Hace un par de meses, corté una amistad de 30 años, me sentí amando y valorando sola, y la verdad nunca me había sentido así, sino hasta que pasó algo relevante para mí, que fue plenamente invalidado por mi amiga.

Y ese hecho, absolutamente devastador para mí, y por el cual sufrí en silencio por años, y mi amiga fue de hecho la única causante del mismo, ella lo invalidó y no me otorgó ni un ápice de empatía.

Ella intentó (sin éxito) de voltear la tortilla, y sus argumentos fueron tan torpes, que me hizo muy fácil la necesaria despedida. 

Pasé 5 años con mi dolor en silencio para no herirla ni afectar nuestra amistad, nos encontrábamos, nos abrazábamos, le decía «te amo», nos reíamos, y aunque eso viniera a mi mente 100 veces en nuestros encuentros, yo no lo mencioné jamás.

¿Ven lo que les digo que sufrir en silencio jamás funciona ni trae nada bueno?

Un día, y producto de una reacción muy desagradable que ella tuvo al yo pedirle un favor (por cierto bastante relacionado con el asunto silenciado), yo exploté, y ella tristemente tuvo la peor actitud que yo pude haber imaginado.

Me la imaginaba tan diferente al conocer todo lo que yo había guardado en silencio para no herirla. La decepción y la tristeza fueron indescriptibles.

La amaba, quizás la amo aún, pero se me hizo tan fácil tomar la decisión, vi con tanta claridad su falta de valoración hacia mí, que me retiré con una paz y una satisfacción que francamente me dejó sorprendida. 

Tuve la madurez y la inteligencia emocional de escribirle una carta tan pronto pasó la situación, y me dije, “si dentro de 30 días, sigo pensando igual, se la envío”.

No esperé 30 días, sino 2 meses, y pensaba exactamente igual, y se la envié, me sentí elevada y orgullosa de mi proceso y mi progreso. 

Poner límites es sano, liberador, necesario y justo para todos, no podemos relacionarnos sin límites sanos y sin acuerdos conversados. 

Las conversaciones difíciles nos regalarán una vida más fácil, establecer los aspectos “no negociables” en una relación, es algo no negociable. 

Las mujeres somos expertas en quedarnos atrapadas emocional y mentalmente en los conflictos, le damos vueltas a la cabeza mil veces por pendejadas, y a veces hasta por años. 

Los hombres, por el contrario, pasan muy rápido la página, en un par de horas luego de la discusión te podrían argumentar “ya eso está en el pasado, déjalo ir”. Y nosotras con esas ganas cruditas de seguir hablando del problema. 

Ese para mí es el mayor abismo entre hombres y mujeres, las mujeres retenemos más de la cuenta, y el hombre suelta demasiado rápido.

Es que incluso fisiológicamente es así, las mujeres recibimos el semen y albergamos vida, el hombre eyacula, expulsa, suelta. Es una perfecta representación de nuestra configuración. 

Cuando el general romano dijo “si quieres tener paz, prepárate para la guerra”, lo que nos quiso decir es que la paz hay que trabajarla, construirla y defenderla.

Como siempre te digo, si debes elegir por alguien, elígete a ti, así, al menos alguien, saldrá ganando. 

4 comentarios

  1. Me encantó mi 🪽 ángel defines una Ruby que está pasando por todo eso, pero increíblemente estoy aprendiendo a que mi mente no me mande más con pensamiento negativo 😃 los transformó, y de ti aprendí y fue una de mis primeras frases que escribí en ese rinconcito de mi sala «las conversaciones difíciles nos regala una vida mas fácil»

  2. Definitivamente así es, me costó mucho tiempo y esfuerzo entender que mi paz mental dependía únicamente de mí, y al empezar a soltar y sanar tuve procesos dolorosos y frustrante, aún a veces los tengo para mantener mi paz porque si suelo darle muchas vueltas a todo, mi paz ha requerido mucha guerra.

    1. El camino del despertar tiene un inicio, pero no un final.

      El proceso es tan retador, como enriquecedor.

      Y así es, a veces la paz viene después de largas batallas.

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