Siempre oí decir que los valores se siembran en casa y no en la escuela, que la mayor responsabilidad en la formación de un ser humano recae en los padres. Pero hay salones de clases con tantas historias mágicas entre alumnos y sus maestros, historias que bien podrían ponernos a pensar al respecto.
Hoy les quiero contar la historia de mi maestro Samuel, un hombre de mediana edad, de rostro dulce y cálida voz, quien durante un año fue el protagonista de todas mis mañanas en la escuela, él solo me dio clases un año, pero en realidad sus enseñanzas han estado conmigo toda mi vida.
En sus clases siempre me sentaba de primera, no recuerdo haber conversado con ningún compañero mientras mi maestro estaba hablando, yo no me quería perder nada de lo que él decía. Durante sus clases no existía más nadie para mi, mi atención para él era plena, todo cuanto nos decía era valioso y enriquecedor. Recuerdo que mis compañeros siempre me pedían prestado mi cuaderno, ellos sabían que allí estaba todo lo que el maestro decía durante la clase.
De mi maestro Samuel recuerdo su formalidad, su amabilidad, su entrega al enseñar, y lo mucho que se esmeraba para que comprendiéramos todo. Sus clases para mí eran mágicas, yo aprendía tanto. Me parece mentira recordar con tanta precisión todas sus enseñanzas después de tantos años. Recuerdo una frase que nos dijo una mañana que estábamos hablando sobre tomar buenas decisiones, y sobre la importancia de la reflexión, mi maestro Samuel nos dijo “niños, recuerden siempre medir tres veces, y cortar una”, él siempre se las ingeniaba para que el mensaje llegara. Yo lo veía y sentía que él realmente lo sabía todo.
Cuando salíamos de clases, yo siempre me demoraba intencionalmente en recoger mis cosas, quería que todos mis compañeros se fueran, para así tener mis acostumbradas conversaciones con mi maestro de vida. Amaba seguir escuchando las más fascinantes historias y aprender de quien tanto tenía para enseñar y compartir.
A mis 9 años había muchas cosas que yo no entendía, pero todas las cosas que me explicaba mi maestro Samuel estaban muy claras para mí. Su capacidad de transmitir era única, su manera de impartir conocimiento era mágica, usaba distintos recursos literarios, metáforas, parábolas, él se esmeraba en que todos sus alumnos aprendiéramos.
Recuerdo una tarde, hacía calor, y yo estaba sentada al lado de mi maestro y le dije “maestro, ¿Ud quiere ser mi papá?”, él me miró muy sorprendido y me dijo “Thamy, tú tienes tu papá, yo soy tu maestro”, y se quedó callado como esperando más información de mi, pero yo solo agaché la cabeza y me puse a llorar. De inmediato me dijo “a ver, cuéntame, ¿porqué me has pedido que sea tu papá?.
Yo me sequé el rostro, levanté la cara y le respondí “Maestro, porque yo escuché decir que el hombre más importante y quien más le enseña en la vida de un niño es su papá, y Ud es eso para mi, el hombre más importante y quien más me enseña”. Ahora las lágrimas no corrían por mis rojas mejillas acaloradas, sino por las mejillas de mi maestro Samuel, él me dijo muy conmovido “nunca había entendido más el valor de un maestro como hasta ahora, gracias Thamy, me has dado el mejor regalo que me haya dado un alumno”.
Esa tarde mi maestro Samuel y yo hicimos como una especie de pacto tácito, ese día supimos que tendríamos una relación para toda la vida. Tengo algunos años sin saber de él, pero no hay un solo día que no lo recuerde. Siempre algunas de sus enseñanzas llegan a mi mente, su manera de dar clases era tan hermosa, tan tierna pero a la vez rigurosa, cada ejemplo que nos daba yo lo recordaba con claridad.
Mi maestro Samuel jamás aceptó verbalmente, por respeto a mi papá, el título que yo quise darle, pero sus lágrimas y su emoción fueron toda la respuesta que yo necesitaba. Mi maestro no solo fue como un padre en mi corazón, también fue un pilar fundamental incluso en la crianza de mis hijos. Han sido tantas las cosas que les enseñé a mis hijos que vienen de mi maestro Samuel, su hermoso legado sigue en mi vida, aquella tarde calurosa donde una niña de 9 años le pidió a su maestro que fuera su papá, quedó para siempre en mi memoria y en mi corazón, y estoy segura que también quedó en el corazón y en la memoria de mi maestro Samuel.
No tengo ningún otro recuerdo de mis 9 años, solo las enseñanzas de mi maestro y cada detalle de esa tarde, puedo sentir hasta el sol, el calor, la brisa en mi cara, recuerdo las matas del patio de mi escuela moviéndose, recuerdo la camisa blanca y bien planchada de mi maestro Samuel, su mirada atenta a todo cuanto yo le decía. Era la primera vez que él era quien me prestaba tanta atención a mí, jamás podré olvidar lo que sentí.
Un maestro no es lo más importante, un maestro lo es todo en el corazón de un niño que lo contempla con admiración, y ávido de historias y enseñanzas. Un verdadero maestro, siempre será un maestro inolvidable.
Hermoso mensaje sobrina querida. El Maestro Samuel fue tu Maestro. Ese es un articulo tuyo. Me hicistes recordar a mis MAESTROS, tuve variios que dejaron en mi grandes ensenanzas. Voy escribir un articulo me parece muy importante y mas yo que he sido una Maestra toda mi vida. Te quiero muchisimo Dios te bendiga Raquel Mireya Barrios raq_barrios@yahoo.com raq_barrios49@hotmail.com Dra en Economía y Dirección de Empresas Área del conocimiento: Comportamiento Organizacional, Sistemas Organizacionales, Gerencia de la Salud y Metodología de la Investigación. Tutora y asesor Metodológico Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado Teléfono 0414-5191920
Hola Tía querida, es la primera vez que mezclo ficción con realidad en un artículo, en ese artículo hay un poco de mis profesores que me han inspirado, y para el nombre me inspiré en mi profesor Samuel Scarpato, el profesor más coherente que tuve en la UCLA. Él era el mismo ser, y con las mismas prácticas y valores que impartía en clases, siempre fue un apasionado de la naturaleza, la vida en el campo, la cultura indígena, desarrollo autosustentable, y economía colaborativa entre otros. Recuerdo que siempre nos mostraba en clases de gerencia ambiental videos y fotos de sus viajes a comunidades indígenas, y de sus trabajos comunitarios que tanto le apasionaban. Sus clases eran él, en lo que realmente creía y a lo que se dedicaba en su día a día. La enseñanza desde el ser es algo que queda para toda la vida y es absolutamente una inspiración. Ya le diré a Samuel que fue quien inspiró este relato. Te quiero Tía, Amén a tus bendiciones.
Me quito el sombrero e inclino mi cabeza ante este escrito, me traslado en el tiempo e hizo que en mi mente aparecieran los rostros de mis profesores de secundaria y mi profesor de 6to grado. Incluso de la monja de 32 años de la que me enamore jejeje. Saludos y bendiciones
Me disfruto tu historia de amor con una monja, y mira que tengo cuentos propios y ajenos, pero esta barajita no la tenía 🤣
Gracias por leerme✨💛✍🏻