
Hoy abrí los ojos y sentí, más que de costumbre, un deseo intenso de escribir, no pude desayunar, de vaina un café para abrir mi laptop y terminar de abrir mis ojos y hacer lo que sin duda se ha convertido en mi mejor y mayor pasión en la vida, escribir.
Todo lo hermoso, contundente y significativo en mi vida, tiene implícito mucha magia, y situaciones o eventos que no se pueden explicar o justificar de manera lógica, simplemente son confirmaciones divinas, que reconozco cuando estoy muy despierta, que va mucho más allá de tener los ojos abiertos.
Sentí este deseo de escribir, y estando aún en mi cama agarro mi teléfono y lo primero que reviso son mis correos, y llegó la confirmación divina, de esas cosas que siempre me ocurren, tenía un correo de una editorial española invitándome a participar nuevamente en un concurso literario.
El correo decía “La comisión organizadora del IES LÓPEZ DE ARENAS le agradece su participación en el anterior certamen y le invita a participar en el Tercer Certamen Literario de Microrrelatos «De la imagen a la palabra» del presente curso” y yo pensé, ¡qué increíble!, ya tengo más de un año tomándome esto de la escritura en serio.
Y allí comencé a pensar en letras, contando los segundos para llegar al teclado, y mi primera reflexión del día fue “todo es imposible hasta que alguien lo intenta”.
Todo nace de la decisión de alguien de intentarlo, antes del año 1969 era no sólo imposible, sino hasta impensable, el hombre pisando la luna, hasta que el 20 de Julio de 1969 los astronautas Armstrong y Aldrin se convirtieron en los dos primeros hombres en pisar la superficie lunar.
Absolutamente todo comienza con intentarlo, desde un alunizaje, hasta el amor, desde un receta de cocina hasta un viaje, desde un cambio de trabajo hasta divorciarte de tu propia familia y darte cuenta que no eran una sentencia a muerte, que podías amar y despedirte al mismo tiempo, en un acto de mera supervivencia y salud emocional.
Dicen que la zona de confort es la más incómoda de todas, y aunque en apariencia en realidad luce muy cómoda y segura, con el tiempo ante la falta de novedad, de sorpresas, de retos y de sustos en la panza, ciertamente se vuelve incómoda.
La salida más espeluznante de mi zona de confort, es el amor, enamorarme me voltea todo, soy una mujer intensa en todo lo que hago, cuando entreno cargo un peso que me deje sin aliento, cuando limpio no soy de echar una “barridita”, agarro lavaplatos y se lo echo a todo el apartamento, y lavo todo el piso, y cuando amo, ¡Ay cuando amo!, amo sabroso y con todo.
Ahora la intensidad está mal vista, se oye de hombres y mujeres, entre mujeres y hombres, “Ay no, eĺ es muy intenso”, peyorativamente hablando y como quien se refiere a una persona de la que hay que alejarse. Es que quizás está de moda la indiferencia, la distancia, el ya va, vamos muy rápido, dame tiempo, me da miedo, yo no sé hacer eso, y todo aquello que posterga lo que quizás después ya no será.
Las oportunidades pasan todos los días, todos los días despegan aviones de la pista, pero quizás jamás te vuelvas a tropezar con el mismo compañero de vuelo, y eso, podría hacer una gran diferencia en tu vida y en tus risas.
He escrito varias veces que yo jamás sentiré el pesar de no haberlo intentado, me quedo (por lejos) con el pesar de haber fallado, ese se me pasa rápido, del otro pesar no tengo mucha experiencia, pero me han dicho que es terrible, que no se va nunca, y que en las personas al filo de la muerte, el mayor pesar, y el más recurrente, es no haberlo intentado.
Solo soy espectadora de las vidas ajenas (aunque a veces incluso, si te amo y me importas, me meto en tu vida), ¿la mía?, la mía la vivo, me equivoco, me río durísimo, caigo mal, caigo muy bien, amo, abrazo, le hago cosquillas a mis hijos (a sus 32 y 28 años), escribo todo cuanto quiero y me nace, monto mi navidad minimalista (3 cojines, 4 velas y 5 muñecos) y me siento en mi sofá, en la sala de mi apartamento, a reirme y burlarme de mí por lo choretas que me quedaron las luces y la mamarrachada que hice para intentar disimular la vaina, le tomo fotos y las publico en Instagram, sí lo sé, no soy normal, gracias a Dios, la gente normal es muy aburrida.
Luego de intentarlo, viene un paso más comprometido, ya no es un “vamos a ver qué pasa”, sino un “hagamos que pase”, eso en los negocios y en el amor hará toda la diferencia.
Si alguien me pregunta “¿lo intentamos?”, muy probablemente le diría que sí, pero luego de ese sí, y dependiendo de quien me haya hecho la pregunta, yo con prontitud pasaré a la segunda fase, a la fase de “haré que esto pase y que pase bonito”.
A veces nadie te va a preguntar eso, nadie te dirá ¿quieres intentar entrenar?, a mi nadie me preguntó ¿quieres intentar escribir?, y aquí estoy en una de las aventuras más felices de mi vida. A veces el hacer que las cosas pasen solo es un acuerdo amoroso contigo mismo y con tus sueños.
Recuerda siempre, que quien le huye al fracaso, le huye al éxito, que quien le huye al desamor le está huyendo también al amor, y que de tanto esquivar riesgos y pesares y de pretender, sin éxito, anticiparlo todo, se nos va la vida sin risas ni bailes bajo la lluvia.

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Excelente artículo, de verdad Thamara qué cada vez que leo uno de ellos deseo que pronto públiques otro. Es un conversar contigo, cómo tú misma lo dices con una buena taza de café. Felicitaciones.