Al día de hoy, casi al final del 2023, es poco lo que se puede extrañar de Venezuela en Miami, nos hemos adueñado casi de todas las esquinas de esta ciudad hermosa, multicultural, complicada, y de un clima aún más loco que su tráfico. Hemos incluso arrinconado al idioma, y en cada lugar de la ciudad, se habla español. La última vez que vine, año 2019, había que esforzarse por conseguir un chocolate carré, hoy, Noviembre 2023, fue lo primero que vi al entrar a la cadena CVS. Es solo una simple mención, pero un gran reflejo de lo que es ver tu cultura y tus gustos en cada lugar de Miami, empanadas, harina pan, cachitos, y hasta hallacas listas en los mostradores. Aquí podemos comer como en casa, bueno, a excepción del queso blanco, con el queso sí que estamos jodidos los venezolanos aquí, no hay manera de encontrar un buen queso blanco en esta ciudad ni en este país, el que logre fabricarlo y venderlo, la pega del techo porque tendrá a todo el gentilicio venezolano de cliente. Nuestra gastronomía nos mantiene en casa La gastronomía de un lugar es como una cobija de tu tierra, uno siente el sazón de la madre en otras tierras y te sientes en casa, bueno, no en mi caso, mi madre no cocina y yo heredé ese mal gusto, así que mis dos hijos, hoy fuera de tierras venezolanas, extrañan mis abrazos pero no mi sazón. Y sí, la comidita de casa te mantiene cerca de tus afectos, pero la gente, la gente es la que realmente hace de una casa un hogar, y de una parrilla o compartir, un desmadre venezolano en donde luego de estrechar la mano y un “mucho gusto”, ya de ahí en adelante olvídate del decoro, la distancia o la categoría. Así somos en Venezuela Hace 2 días estuve en una reunión venezolana en Miami, y tal como te cuento en el párrafo anterior, a uno no le da tiempo de pasar por la prudencia o la distancia, es cuestión de minutos caer incluso en intimidades sexuales como quien habla con tu mejor amiga de toda la vida. Ya no se habla, se grita a ver quien corre con la suerte de sobresalir en decibeles sobre el resto y poder echar tu cuento. En ese desmadre de confianza precoz caemos todos, de todas las edades, ¿respeto? en nuestros términos, se respeta tuteando, chalequeando (bullying como dice la gente fina), y sacándole los trapitos a la gente. Aquí en estos encuentros venezolanos, el que se arreche (no en jerga colombiana, sino en jerga venezolana que significa molestarse en grado superlativo) pierde, olvídate de que van a dejar de joder si te molestas, te tendrás que ir, en cuyo caso les habrás dado el motivo de cagarse de la risa por el resto de la noche. En estos desmadres venezolanos hay risas, improperios, imprudencias y mucha pero mucha calidez, uno llega saludando con la mano con el poquito decoro que nos queda como gentilicio, y se va apretando y besando a la gente como si la conociera de toda la vida. A mi me encanta mi gente, con palabrotas, bien confianzudos, gritones, inapropiados, genuinos y muy reales, cuando vemos un gordo le decimos “coño vale, ¿estás reteniendo líquido marico?”, entre gringos la frase equivalente sería “omg, you look amazing!”, por eso aquí hay tanto gordo, porque nadie les dice que están gordos. Este artículo lo dedico a la familia Alonso, quién hace 3 días me hizo sentir en casa, con bollos, ensalada de gallina y pernil incluido, me sentí en casa por la comida, y en casa por los abrazos y las risas. Amo mi gentilicio alborotado, que se siente donde llega, aquí estamos en Miami los cubanos y los venezolanos coexistiendo y viendo a ver quienes somos más escandalosos, ellos nos ganan en número, por ahora, porque llegaron primero, pero en la periquera (bulla, gente que habla alto, aclaro por si acaso estableces otra asociación inapropiada), creo que estamos tablas. Emigrar no es fácil, pero si tienes quien cocine tu comida favorita, y quien te abrace fuera de tu tierra, sin duda se diluyen las añoranzas para dar paso a la gratitud de tener un nuevo hogar. Al final, el hogar es donde está el corazón, y yo en esta navidad, aunque estoy fuera de mi casa, estoy en mi hogar estando en Miami, porque los brazos de mi hijo siempre serán mi hogar.