Fue una revelación, no tengo forma de explicar mi certeza, pero supe que solo necesitaba 90 días para recibir mi milagro, para sanarme. Fue un 4 de Noviembre en donde un eco me cambió la sonrisa por una angustia tremenda, por un signo de interrogación en mi alma y en mi ser, ¿y ahora qué hago? Siempre he gozado de extraordinaria salud física, unas defensas tan robustas que al día de hoy llevo casi 20 años sin tomarme un antibiótico (me los han recetado, pero los he reemplazado por fe, cúrcuma y jengibre). Ese eco fue el inicio de la angustia. Y esa cadena finalizó con algo peor, el 18 de diciembre de 2016 tenía yo en mi manos una biopsia que decía “Neoplasia folicular”, léase: cáncer. Recibí el sobre, y sabía que algo estaba mal, así que salí corriendo a mi carro, y esperé estar sola y sentada para abrirlo. Efectivamente, la cosa estaba muy mal. Llamé a mi primer amor, al más seguro, al más generoso, al más incondicional, a mi hija, ella solo me dijo con voz quebrada “nos vemos en el médico mami”, y llegó antes que yo a la consulta del endocrino. El Dr fue bastante sereno, no nos alarmó, simplemente me dijo que sí, que era cáncer, pero que el cáncer de tiroides no era agresivo (es decir, no mata de una vez, sino despacito pues). Me dijo que por la fecha (diciembre), esperaríamos a enero para no cagarme la navidad, ya de hecho estaba arruinada en ese instante para mí. Luego de llorar por 2 días, me reúno con mis hijos a hablar de la operación, una de las perlas que me había lanzado el Dr es que luego de la operación tenía que estar 2 meses sin hablar, ya eso para mí era la muerte en sí misma, suena jocoso, o dramático (y lo soy a veces) pero la verdad anímicamente es muy fuerte para mí no hablar durante meses, y el estado de ánimo juega un papel fundamental en cualquier recuperación. En esa reunión en casa, aquella noche de diciembre, en mi cocina verde manzana, hablamos mis dos hijos y yo, y de repente, en medio de la preocupación y de intentar ordenar ese caos, yo escuché una voz “no te operes, espera”. Inmediatamente le digo a mis hijos “no me voy a operar, denme tres meses, yo me repito los exámenes y verán que ya no tendré nada, estaré sana” Mi hija llorando me dice “mami, yo te voy a cuidar, por favor vamos a hacerle caso al Dr”, y yo le insistí, “hija, son solo tres meses, confía en mí”. Comencé con un detox total, no diría más la palabra cáncer, ahora eso se llama “signo zodiacal pavoso”, nada tumor, eso es una simple “pepa”, se bajó de rango y categoría, corté relaciones con TODAS las personas que me robaban la paz (en aquel momento hasta mi santa y noble madre entró en la lista por razones particulares del momento, por cierto ni a ella le dije del signo zodiacal pavoso). Aquí haré un inciso, las familias no son lastres vitalicios, malestares permanentes que hay que cargar sin remedio, mi mamá es un excelente ser humano, pero en aquel momento no sumaba a mi sanación, y le notifiqué que dejaría de verla por 3 meses, les juro que no pasa, ustedes también pueden hacerlo. Más que el antes, o el después, lo más relevante de esta historia es el “durante”, así que ese detox, además de lo que ya les dije, incluyó: Oración milagrosa “Dios, esta tiroides no me gusta, no me pertenece, yo quiero la tiroides con la que tú me pariste, yo declaro que esto está hecho, en el nombre poderoso de Jesús, Amén y Amén”. Como ven, las oraciones son sencillas, cercanas, como le hablarías a tus padres terrenales, con la ventaja que aquí le estás hablando a tu padre celestial perfecto, a Dios. Pasaron 3 meses, y mi hija me lo recordó y me dijo que fuéramos al médico, yo llegué al consultorio con un júbilo inexplicable, parecía estar rebotando, yo sabía que darían buenas noticias, y efectivamente así fue. Yo saludo al Dr y le digo “Dr, vengo para que me diga que la pepa se fue”, él me mira el cuello y me dice “la verdad el tumor era tan grande que se veía a simple vista, y yo no veo nada, vamos a examinarte”. Terminando de revisarme, el Dr me hace una de las preguntas más hermosas que me han hecho en mi vida, me pregunta “Hija, ¿tú te portas tan bien así como para merecerte un milagro?”, yo sin dudarlo le respondí “la verdad es que sí Dr”, y él me dice “pues aquí no hay nada, el tumor se fue”. Yo lo sabía, pero quería la confirmación del Dr, salté de felicidad, abracé a mi hija, y finalmente decidí hacerme 2 ecos más para confirmar todo, con imagen e informe médico. Les resumo para concluir esta milagrosa, amorosa y mágica historia: ¿recuerdan mi oración?, pedí una tiroides nueva, la tiroides con la había nacido. La Dra que me hizo el último eco me preguntó que porqué me estaba repitiendo el eco, y yo le dije que porque yo había experimentado un milagro, que mi Dr no me sentía nada al tacto y yo quería confirmar con un eco. Ella me dice “tu Dr tiene razón, el tumor desapareció, tienes la tiroides de una bebé”, ¿recuerdan la oración?, cada vez que recuerdo esta historia me estremezco. Comencé a llorar de felicidad, y no terminaba de creer que Dios me había respondido exactamente en los términos de mi oración, que la Dra había sido Él hablando a través de ella. Hasta el día de hoy estoy y seguiré perfecta, no me hice ningún tratamiento ni en aquel momento, ni luego, fue un milagro, el cual, comparto con todos ustedes. Dios nos bendice y nos guarda siempre.