Hay una realidad que nos circunda, innegable, incontrolable, casi siempre abrumadora, que nos chalequea, nos agota, y hasta nos pone a hacer maletas y a pensar “no puedo más, me voy!”, y siempre que hablo de este tema con mis amigos o clientes, siempre siempre les digo lo mismo “a mi el entorno me afecta, pero no me determina!” y la gente me mira con asombro, pero cuando sigo hablando, muchos me entienden. Nosotros estamos en la capacidad y casi que en la obligación de hacernos una burbuja, una realidad personal bonita, saludable, un espacio donde lo externo no lo afecte, o al menos no lo determine.
Estuve más de un año fuera de mi país, fuera de mi hogar, y viví muchas cosas agradables, buenas, bonitas, nuevas, etc, coquetee con la idea de quedarme a vivir en Estados Unidos, tremendo país, y casi que me quedo, pero cada noche al irme a dormir, cerraba los ojos y pensaba “quiero al abrir mis ojos al despertar, ver la ventana de mi cuarto” extrañaba tanto pero tanto mi casa, los olores de mi casa, los silencios de mi casa, el ritmo de mi vida, lento, muy lento, pararme sin despertador ni ruidos, hacerme un café y tomármelo en absoluto silencio, con mi galleta maría que disfruto tener montones de paquetes en la despensa porque no me pueden faltar. Varias veces he dicho en tono jocoso, pero suena medio mala sangre, que me gusta el primer café de la mañana sin interacción humana. Me encanta hacerme mi primer café de la mañana en silencio, a veces ya no es de mañana incluso, no quiero cordializar ni dar los buenos días antes de mi café y mi galleta maría, se lee un poco odioso, pero es la verdad, y esa es mi promesa con mis líneas.
He regresado a mi casa, a mi amada cocina verde manzana, tengo un difusor donde coloco mis aceites esenciales, a veces pongo música, pero cuando escribo no me gusta ni un fondo instrumental, es decir, aquí decido como huele y como suena mi casa, no podría haber comenzado a escribir en otro lugar que no fuera este, estoy todo lo feliz que alguien puede estar por haber vuelto a mi hogar, a mi pedacito de mundo, que es mi mundo y yo la dueña de el.
Entre café y café me he ido construyendo el espacio, mi espacio, mi burbuja, donde cualquier intento de ataque del exterior es neutralizado, porque mi realidad personal, mis 83 metros cuadrados, solo los determino yo, ésta es mi burbuja, ésta es mi casa, esta soy yo, prendo el Tv de mi sala y canto y bailo por todo el apartamento, luego apago todo menos las ideas y la laptop cuando voy a escribir, soy dueña de los olores y los sonidos, de mi ritmo y de mi vida, de mis ideas y de mis líneas, con tantas cosas dependiendo solo de mí, que podría salir mal? A quien le voy a echar la culpa de como estoy o cómo me siento? Por cierto hay una rotunda diferencia entre la culpabilidad y la responsabilidad, la culpa te hace víctima, “pobrecito tú” y la responsabilidad te empodera, tú eres responsable, tú lo creaste, tú lo puedes cambiar, así que siempre elijo hacerme responsable de mi vida, de lo que tengo y de lo que atraigo, y es muy liberador saber que todo cuanto llega a mi, es mi responsabilidad, y por tanto lo puedo cambiar cuando yo lo desee.
Una cosa poderosísima y milagrosa, es la gratitud, un maestro dijo en una ocasión “Cuando no sepas que decir, ni como orar, simplemente di GRACIAS, y Dios sabrá que hacer”. Yo siempre he hecho click con lo fácil, con lo que fluye, no me he conectado nunca ni con el sufrimiento ni con el sacrificio, y bueno como siempre atraemos lo semejante, en una ocasión saliendo de un seminario de crecimiento personal en la Isla de Margarita en Octubre 2016, en donde yo tomé el micrófono para compartir una situación familiar complicada que teníamos en ese momento, se me acercó un señor, que no recuerdo ni su cara, y nunca supe su nombre, y sin saludarme me arrancó el cuaderno que yo tenía en la mano, y me dijo “yo no sé si tú crees o no, pero busca esto” y escribió en la última página de mi cuaderno una sola palabra: “Ho’oponopono”, yo jamás había oído esa palabra, pero nada más con la determinación con la que me habló ese señor, me arrancó el cuaderno y me la escribió allí, por supuesto que busqué que era eso de manera inmediata. Bueno, desde ese año lo practico, y fundamentalmente practicar Ho’oponopono, que es una técnica hawaiana de resolución de conflictos, consiste tan solo en decir o repetir mentalmente “Gracias, gracias, gracias”, y si, suena tan fácil que la gente cree que no funciona, porque estamos programados para pensar que lo que resulta es lo difícil, lo complicado, lo que amerita sacrificio, pero no, es tan simple como dar las gracias, y ocurre magia. La palabra Ho’oponopono significa «como corregir un error» y primero se hizo famoso por las 4 frases: “Lo siento, perdóname, gracias, te amo” pero su principal exponente a nivel mundial, Mabel Katz, dice que efectivamente Joe Vitale lo dio a conocer con esas 4 palabras, pero con decir simplemente “Gracias” es suficiente. Esta entrada no era para hablar de Ho’oponopono pero así fluyó y así quedó.
Así que, Gracias, Gracias, Gracias, por seguir ahí, tomando café conmigo …
Your article helped me a lot, is there any more related content? Thanks!